En cuanto vi en la televisión la noticia de que un terremoto de magnitud 7.2 había destruido el pueblo de Ercis al este de Turquía y sacudido las áreas de la Provincia de Van, supe que debía ponerme a orar. Yo vivo en Turquía y aunque estoy lejos de donde ocurrió el terremoto, mi corazón se sintió conmovido por toda la gente afectada.
Recordé un versículo de la Biblia que cuenta que Dios no está en el viento, en el terremoto ni en el fuego, sino en una “voz callada y suave”.Véase 1° Reyes 19: 11, 12. Pensé: ¿Cuánto bien puede hacer la voz de Dios si es callada y suave, en medio de tal devastación? Resultaba difícil no ser cínico porque todos los canales de noticias transmitían constantemente imágenes de la tremenda destrucción.
Muy pronto me di cuenta de que si yo quería ayudar de alguna manera en esta situación, tenía que cambiar mi perspectiva de las cosas. Me pregunté: “¿Quién podría escuchar la voz callada y suave?” Seguramente, los rescatistas estaban alertas para oír hasta la más pequeña señal de vida que viniera de abajo de los escombros. Pero también estaban escuchando su propia intuición para saber cuál es el mejor lugar para buscar sobrevivientes. Su intuición, aunado a la experiencia que han adquirido en otras operaciones de búsqueda y rescate, los estaba guiando mientras usaban con sabiduría el preciado margen del tiempo para salvar vidas.
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